7mo A y B
Actividades de la semana de prácticas del lenguaje
Alumnos /as, ahí les mando la tarea de Prácticas del Lenguaje, de la
semana.
Y así como les escribí en Sociales, traten de aprovechar que
les estoy mandando tareas breves, para que puedan ponerse
al día. Sé que algunos tienen dificultades por no tener compu, etc.
Pero traten de hacer es esfuercito de, al menos, leer las consignas, y
responder en hoja de carpeta, así le liberan el celu a mamá o papá, y
luego le sacan ina fotito y la mandan como archivo adjunto. Si alguien
no sabe cómo hacer, me pregunta.
1) Leé el cuento “El crimen casi perfecto” de Roberto Arlt
hasta la siguiente frase: “Ahora era un juego reconstruir el crimen”.
El crimen casi perfecto
La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no
habían mentido. El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde
hasta las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre siete y
diez de la noche) detenido en una comisaría por su participación
imprudente en un accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban, se
encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel
día hasta las nueve del siguiente, y en cuanto al tercero, el doctor
Pablo, no se había apartado ni un momento del laboratorio de análisis de
leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la sección de
dosificación de mantecas en las cremas. Lo más curioso del caso es que
aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su
cumpleaños, y ella, a su vez, en ningún momento dejó traslucir su
intención funesta. Comieron todos alegremente; luego, a las dos de la
tarde, los hombres se retiraron. Sus declaraciones coincidían en un todo
con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a la
señora Stevens. Esta mujer que dormía afuera del departamento, a las
siete de la tarde se retiró a su casa. La última orden que recibió de la
señora Stevens fue que le enviara por el portero un diario de la tarde.
La criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la
señora Stevens el diario pedido, y el proceso de acción que esta siguió
antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las
adiciones en las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas
de su contabilidad doméstica, porque las libretas se encontraban sobre
la mesa del comedor con algunos gastos del día subrayados; luego se
sirvió un vaso de agua con whisky, y en esta mezcla arrojó
aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A continuación, se
puso a leer el diario, bebió el veneno y, al sentirse morir, trató de
ponerse de pie y cayó sobre la alfombra. El periódico fue hallado entre
sus dedos tremendamente contraídos. Tal era la primera hipótesis que se
desprendía del conjunto de cosas ordenadas pacíficamente en el interior
del departamento; pero, como se puede apreciar, este proceso de suicidio
está cargado de absurdos psicológicos. Ninguno de los funcionarios que
intervinimos en la investigación podíamos aceptar congruentemente que la
señora Stevens se hubiese suicidado. Sin embargo, únicamente la Stevens
podía haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno.
El agua que se agregó al whisky también era pura. Podía presumirse que
el veneno había sido depositado en el fondo o las paredes de la copa,
pero el vaso utilizado por la suicida había sido retirado de un anaquel
donde se hallaba una docena de vasos del mismo estilo; de manera que el
presunto asesino no podía saber si la Stevens iba a utilizar este o
aquel. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los
vasos contenía veneno adherido a sus paredes. El asunto no era fácil.
Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos
inclinaban a aceptar que la viuda se había quitado la vida por su propia
mano; pero la evidencia de que ella estaba distraída leyendo un
periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la
prueba mecánica del suicidio. Tal era la situación técnica del caso
cuando yo fui designado por mis superiores para continuar ocupándome de
él. En cuanto a los informes de nuestro gabinete de análisis, no cabía dudar. Únicamente en el vaso donde la señora Stevens había bebido se
encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas eran
completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero
era terminante: nadie había visitado a la señora Stevens después de que
él le alcanzó el periódico; de manera que si yo, después de algunas
investigaciones superficiales, hubiese cerrado el sumario informando de
un suicidio comprobado, mis superiores no hubiesen podido objetar
palabra. Sin embargo, para mí, cerrar el sumario significaba confesarme
fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había un indicio
que lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno
antes que ella lo arrojara en su bebida? Por más que nosotros revisamos
el departamento, no fue posible descubrir la caja, el sobre o el frasco
que contuvo el tóxico. Aquel indicio resultaba extraordinariamente
sugestivo. Además, había otro: los hermanos de la muerta eran tres
bribones.
2) Los tres, en menos de diez años, habían
despilfarrado los bienes que heredaron de sus padres. Actualmente sus
medios de vida no eran del todo satisfactorios. Juan trabajaba como
ayudante de un procurador especializado en divorcios. Su conducta
resultó más de una vez sospechosa y lindante con hojas estaban aseguradas por dentro con cadena de acero,
llamó en su auxilio al encargado de la casa. Ala presunción de un
chantaje. Esteban era corredor de seguros, y había asegurado a su
hermana en una gruesa suma a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de
veterinario, pero estaba descalificado por la justicia e inhabilitado
para ejercer su profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no
morirse de hambre ingresó en la industria lechera, donde se ocupaba de
los análisis. Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a
esta, había enviudado tres veces. El día de su “suicidio” cumplió 68
años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa,
robusta, enérgica, con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a
casarse una cuarta vez y manejaba su casa alegremente y con puño duro.
Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa estaba excelentemente
provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de que sin aquel
“accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de
ese carácter era capaz de suicidarse es desconocer la naturaleza humana.
Su muerte beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos
treinta mil pesos. La criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y
utilizada por aquella en las labores groseras de la casa. Ahora estaba
prácticamente aterrorizada al verse engranada en un procedimiento
judicial. El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las
siete de la mañana, hora en que esta, no pudiendo abrir la puerta
porque las las once de la mañana,
como creo haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los
informes del laboratorio de análisis; a las tres de la tarde abandonaba
yo la habitación en que quedaba detenida la sirvienta, con una idea
brincando en mi imaginación: ¿y si alguien había entrado en el
departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana, y colocando
otro después que volcó el veneno en el vaso? Era una fantasía de novela
policial: pero convenía verificar la hipótesis. Salí decepcionado del
departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla
solidificada no revelaba mudanza alguna. Eché a caminar sin prisa. El
“suicidio” de la señora Stevens me preocupaba (diré una enormidad) no
policialmente, sino deportivamente. Yo estaba en presencia de un asesino
sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que había utilizado
un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la nitidez
de aquel vacío. Absorbido por mis cavilaciones, entré en un café, y tan
identificado estaba en mis conjeturas, que yo, que nunca bebo bebidas
alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció
el whisky servido frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos
vieron el vaso de whisky, la garrafa de agua y un plato con trozos de
hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto, una idea
alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le pagué la bebida que no
había tomado, subí apresuradamente a un automóvil y me dirigí a la casa
de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré
en la habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y le
dije: —Míreme bien y fíjese en lo que va a contestar: la señora Stevens
¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo? —Con hielo, señor. —¿Dónde
compraba el hielo? —No lo compraba, señor. En casa había una heladera
pequeña que lo fabricaba en pancitos. —Y la criada, casi iluminada,
prosiguió, a pesar de su estupidez—: Ahora que me acuerdo, la heladera,
hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se encargó
de arreglarla en un momento. Una hora después nos encontrábamos en el
departamento de la suicida, el químico de nuestra oficina de análisis,
el técnico de la fábrica que había vendido la heladera a la señora
Stevens y el juez del crimen. El técnico retiró el agua que se
encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios pancitos de
hielo. El químico inició la operación destinada a revelar la presencia
del tóxico, y a los pocos minutos pudo manifestarnos: —El agua está
envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua
envenenada. Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado.
Ahora era un juego reconstruir el crimen…
2) Animate a develar el enigma. ¿Cómo asesinó el doctor Pablo a su hermana?
Escribí la lista de acciones que considerás que realizó, tomando en cuenta las pistas que te aportó el cuento
Estas son algunas pistas:
» Pablo era veterinario, es decir que tenía conocimientos de química.
» La Sra. Steven tomó un whisky con hielo antes de morir.
3) Leé el cuento hasta el final. ¿Coincidieron tus hipótesis con las que leíste?
…El
misterio estaba desentrañado. Ahora era un juego reconstruir el
crimen.El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera (defecto
que localizó el técnico), arrojó en el depósito congelador una cantidad
de cianuro disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la señora
Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo
cual explicaba que el plato con hielo disuelto se encontrara sobre la
mesa), el cual, al
desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente debido a su alta
concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la
señora Stevens se puso a leer el periódico, hasta que, juzgando el
whisky suficientemente enfriado, bebió un sorbo. Los efectos no se
hicieron esperar. No quedaba sino ir en busca del veterinario.
Inútilmente lo aguardamos en su casa. Ignorábamos dónde se encontraba.
Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez
de la noche. A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el
laboratorio de la Erpa. El doctor Pablo, en cuanto nos vio comparecer
en grupo, levantó el brazo como si quisiera reprobar nuestras
investigaciones, abrió la boca y se desplomó inerte junto a la mesa de
mármol. Lo había matado un síncope. En su armario se encontraba un
frasco de veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí.
4) Elegí alguno de los cuentos policiales que leíste. La idea es que
retomes su argumento para armar un juego de enigma para niños y niñas de
tu edad. Te conviene releer el cuento elegido. Para desarrollar el
juego, armá las siguientes tarjetas:
LA VÍCTIMA: En esta
tarjeta poné el nombre y describí a la víctima del crimen. Podés contar a
qué se dedicaba, qué intereses, obsesiones y problemas tenía.
LOS/LAS
SOSPECHOSOS/AS: Hacé una tarjeta con cada sospechoso/a. Describilo/a y
contá brevemente la relación que tiene con la víctima.
LAS
PISTAS. Hacé una tarjeta con la lista de las pistas que aporta el
cuento, al estilo de lo que hiciste en la consigna b. de esta actividad.
Proponele a alguien que viva con vos que juegue a develar el
enigma. Entregale o mostrale las tarjetas a el/la jugador/a de a una.
Tendrá que leerlas con atención, relacionar la información de las
tarjetas y resolver el ENIGMA (¿quién es el/la asesino/a?, ¿cómo cometió
el crimen?). Al final del juego, podés leerle elcuento completo a los/las jugadores/as para que corroboren si encontraron
la solución correcta.
Para seguir jugando, podés retomar la lectura de otros cuentos policiales que conozcas y armar un nuevo mazo
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