lunes, 18 de mayo de 2020

7mo A y B

Actividades de la semana de prácticas del lenguaje

Alumnos /as, ahí les mando la tarea de Prácticas del Lenguaje, de la semana.
Y así como les escribí en Sociales, traten de aprovechar que les estoy mandando tareas breves, para que puedan ponerse al día. Sé que algunos tienen dificultades por no tener compu, etc. Pero traten de hacer es esfuercito de, al menos, leer las consignas, y responder en hoja de carpeta, así le liberan el celu a mamá o papá, y luego le sacan ina fotito y la mandan como archivo adjunto. Si alguien no sabe cómo hacer, me pregunta.


1) Leé el cuento “El crimen casi perfecto” de Roberto Arlt hasta la siguiente frase: “Ahora era un juego reconstruir el crimen”.



El crimen casi perfecto 

La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no habían mentido. El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre siete y diez de la noche) detenido en una comisaría por su participación imprudente en un accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban, se encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel día hasta las nueve del siguiente, y en cuanto al tercero, el doctor Pablo, no se había apartado ni un momento del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la sección de dosificación de mantecas en las cremas. Lo más curioso del caso es que aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su cumpleaños, y ella, a su vez, en ningún momento dejó traslucir su intención funesta. Comieron todos alegremente; luego, a las dos de la tarde, los hombres se retiraron. Sus declaraciones coincidían en un todo con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a la señora Stevens. Esta mujer que dormía afuera del departamento, a las siete de la tarde se retiró a su casa. La última orden que recibió de la señora Stevens fue que le enviara por el portero un diario de la tarde. La criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la señora Stevens el diario pedido, y el proceso de acción que esta siguió antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones en las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad doméstica, porque las libretas se encontraban sobre la mesa del comedor con algunos gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de agua con whisky, y en esta mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A continuación, se puso a leer el diario, bebió el veneno y, al sentirse morir, trató de ponerse de pie y cayó sobre la alfombra. El periódico fue hallado entre sus dedos tremendamente contraídos. Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas ordenadas pacíficamente en el interior del departamento; pero, como se puede apreciar, este proceso de suicidio está cargado de absurdos psicológicos. Ninguno de los funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos aceptar congruentemente que la señora Stevens se hubiese suicidado. Sin embargo, únicamente la Stevens podía haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se agregó al whisky también era pura. Podía presumirse que el veneno había sido depositado en el fondo o las paredes de la copa, pero el vaso utilizado por la suicida había sido retirado de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del mismo estilo; de manera que el presunto asesino no podía saber si la Stevens iba a utilizar este o aquel. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos contenía veneno adherido a sus paredes. El asunto no era fácil. Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos inclinaban a aceptar que la viuda se había quitado la vida por su propia mano; pero la evidencia de que ella estaba distraída leyendo un periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la prueba mecánica del suicidio. Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui designado por mis superiores para continuar ocupándome de él. En cuanto a los informes de nuestro gabinete de análisis, no cabía dudar. Únicamente en el vaso donde la señora Stevens había bebido se encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas eran completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero era terminante: nadie había visitado a la señora Stevens después de que él le alcanzó el periódico; de manera que si yo, después de algunas investigaciones superficiales, hubiese cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis superiores no hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí, cerrar el sumario significaba confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había un indicio que lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno antes que ella lo arrojara en su bebida? Por más que nosotros revisamos el departamento, no fue posible descubrir la caja, el sobre o el frasco que contuvo el tóxico. Aquel indicio resultaba extraordinariamente sugestivo. Además, había otro: los hermanos de la muerta eran tres bribones.
2) Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los bienes que heredaron de sus padres. Actualmente sus medios de vida no eran del todo satisfactorios. Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en divorcios. Su conducta resultó más de una vez sospechosa y lindante con hojas estaban aseguradas por dentro con cadena de acero, llamó en su auxilio al encargado de la casa. Ala presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros, y había asegurado a su hermana en una gruesa suma a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de veterinario, pero estaba descalificado por la justicia e inhabilitado para ejercer su profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no morirse de hambre ingresó en la industria lechera, donde se ocupaba de los análisis. Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a esta, había enviudado tres veces. El día de su “suicidio” cumplió 68 años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa, robusta, enérgica, con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y manejaba su casa alegremente y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa estaba excelentemente provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de que sin aquel “accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de ese carácter era capaz de suicidarse es desconocer la naturaleza humana. Su muerte beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos. La criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y utilizada por aquella en las labores groseras de la casa. Ahora estaba prácticamente aterrorizada al verse engranada en un procedimiento judicial. El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora en que esta, no pudiendo abrir la puerta porque las las once de la mañana, como creo haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los informes del laboratorio de análisis; a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación en que quedaba detenida la sirvienta, con una idea brincando en mi imaginación: ¿y si alguien había entrado en el departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana, y colocando otro después que volcó el veneno en el vaso? Era una fantasía de novela policial: pero convenía verificar la hipótesis. Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla solidificada no revelaba mudanza alguna. Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la señora Stevens me preocupaba (diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente. Yo estaba en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que había utilizado un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la nitidez de aquel vacío. Absorbido por mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado estaba en mis conjeturas, que yo, que nunca bebo bebidas alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció el whisky servido frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky, la garrafa de agua y un plato con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto, una idea alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le pagué la bebida que no había tomado, subí apresuradamente a un automóvil y me dirigí a la casa de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré en la habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y le dije: —Míreme bien y fíjese en lo que va a contestar: la señora Stevens ¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo? —Con hielo, señor. —¿Dónde compraba el hielo? —No lo compraba, señor. En casa había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos. —Y la criada, casi iluminada, prosiguió, a pesar de su estupidez—: Ahora que me acuerdo, la heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se encargó de arreglarla en un momento. Una hora después nos encontrábamos en el departamento de la suicida, el químico de nuestra oficina de análisis, el técnico de la fábrica que había vendido la heladera a la señora Stevens y el juez del crimen. El técnico retiró el agua que se encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios pancitos de hielo. El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tóxico, y a los pocos minutos pudo manifestarnos: —El agua está envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua envenenada. Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado. Ahora era un juego reconstruir el crimen…



2) Animate a develar el enigma. ¿Cómo asesinó el doctor Pablo a su hermana?
Escribí la lista de acciones que considerás que realizó, tomando en cuenta las pistas que te aportó el cuento
Estas son algunas pistas:
» Pablo era veterinario, es decir que tenía conocimientos de química.
» La Sra. Steven tomó un whisky con hielo antes de morir.


3) Leé el cuento hasta el final. ¿Coincidieron tus hipótesis con las que leíste?

…El misterio estaba desentrañado. Ahora era un juego reconstruir el crimen.El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera (defecto que localizó el técnico), arrojó en el depósito congelador una cantidad de cianuro disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la señora Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo cual explicaba que el plato con hielo disuelto se encontrara sobre la mesa), el cual, al
desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente debido a su alta concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la señora Stevens se puso a leer el periódico, hasta que, juzgando el whisky suficientemente enfriado, bebió un sorbo. Los efectos no se hicieron esperar. No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente lo aguardamos en su casa. Ignorábamos dónde se encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez de la noche. A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio de la Erpa. El doctor Pablo, en cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el brazo como si quisiera reprobar nuestras investigaciones, abrió la boca y se desplomó inerte junto a la mesa de mármol. Lo había matado un síncope. En su armario se encontraba un frasco de veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí.

4) Elegí alguno de los cuentos policiales que leíste. La idea es que retomes su argumento para armar un juego de enigma para niños y niñas de tu edad. Te conviene releer el cuento elegido. Para desarrollar el juego, armá las siguientes tarjetas:

LA VÍCTIMA: En esta tarjeta poné el nombre y describí a la víctima del crimen. Podés contar a qué se dedicaba, qué intereses, obsesiones y problemas tenía.

LOS/LAS SOSPECHOSOS/AS: Hacé una tarjeta con cada sospechoso/a. Describilo/a y contá brevemente la relación que tiene con la víctima.

LAS PISTAS. Hacé una tarjeta con la lista de las pistas que aporta el cuento, al estilo de lo que hiciste en la consigna b. de esta actividad.
Proponele a alguien que viva con vos que juegue a develar el enigma. Entregale o mostrale las tarjetas a el/la jugador/a de a una. Tendrá que leerlas con atención, relacionar la información de las tarjetas y resolver el ENIGMA (¿quién es el/la asesino/a?, ¿cómo cometió el crimen?). Al final del juego, podés leerle elcuento completo a los/las jugadores/as para que corroboren si encontraron
la solución correcta.

Para seguir jugando, podés retomar la lectura de otros cuentos policiales que conozcas y armar un nuevo mazo

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